La polilla no tiene la belleza de la mariposa.
Sin embargo, la vida le ha hecho más fuerte.

TQQ


Te quiero. Sin pensarlo, sin medida, sin cordura. A todas horas, cuando te enojas, incluso cuando no estás. Te quiero. Sin preguntas, sin lógica, sin cuidado. Te quiero. Tan simple como escribirlo, tan complicado como nosotros.
Erika Boté

Las cosas que no pude responder


¿Por qué si aún sientes lo de antes tus ojos me dicen "ya no me haces falta"?
¿Por qué si siento lo de siempre no me atrevo a decirte "quédate"?
¿Por qué será que la felicidad ya nunca nos devuelve la llamada?

Creo que llamaré a esta canción "las cosas que no pude responder".

Marwan.

Volaron


Aparición estelar. Amistad tan profunda que te suben al escenario y te piden que cantes con ellos la canción. Sí, la vuestra. Tú, que sólo cantas en la ducha, te animas y les dices que sí. Pero llega el momento, y mientras los backliners afinan cuerdas y colocan cables de forma que nadie tropiece, te quedas en blanco: "he olvidado la letra de la canción". Y ellos asienten y sonríen; con su acento de Loja te dicen: "tranquila, tarde o temprano tenía que pasar".

Al despertar te das cuenta de que los versos de aquella canción de amor ideal ya no te hacen daño y comienzas el día escuchándola, sin ponerle cara, sin recordar un paso de baile ensayado, sin tener que apartar la cara para que no vean que estás llorando.

¿Cuánto dura el duelo tras una ruptura amorosa? Lo que tardan en huir luciérnagas y mariposas.

Amar y querer

Up and down


El día en el que me fijé en su mirada, me di cuenta de que hacía mucho tiempo que no la miraba de verdad. Continuamente hablábamos, frente a frente, separados por una mesa y dos copas de vino. O hacíamos el amor bajo la premura de la noche, volviendo la cara como dos desconocidos que se muerden pero no se besan.

La descubrí sonriendo sin yo contarle un chiste, queriendo disimular la curvatura de sus labios, entonces observé sus ojos refulgiendo. Hacía meses que éstos no lucían alegres, como si yo le hubiera transmitido todo el peso de la rutina. Fingía, supongo, reír con mis tonterías. Pero cuando creía que yo no la miraba, volvía a parecer una muñeca de porcelana con aire melancólico.

Y, de repente, la volví a conocer. Fue poco antes de darme cuenta de que la había perdido. Volvió a ser la chiquilla distraída del principio, aquella que me enamoró con sus faldas de vuelo y sus leotardos de fantasía. El manto oscuro que le había traspasado, sin darme cuenta y sin yo quererlo, desapareció un mes antes de decirme adiós. No me opuse a su partida, pues sabía que la había oprimido tanto que ella, conmigo, había dejado de ser ella para convertirse en mí. Nunca supe si se había vuelto a enamorar. Lo intuí porque esa mirada sólo la había visto antes, al principio, cuando ella me miraba.

El sabio que nada sabía


Garabatos casi ilegibles en su cuaderno de hojas cuadriculadas. La letra, como él, volcada siempre hacia un lado. El sabio que nada sabía seguía apuntando. Inventaba teorías acerca de historias que había oído de niño; sin entenderlas se fueron clavando en su subconsciente hasta hacerse fuertes, girar, cambiar y unirse con argumentos y voces de otros cuentos. Nada conocía porque nada quería conocer: "nada es más valioso que mis teorías", decía mostrando con su dedo anguloso una palabra escrita en rojo y subrayada en un color fosforescente que hacía entrecerrar los ojos a aquel que le escuchaba.

El sabio que nada sabía era un necio. Su ego inteligente fue creciendo a medida que los voceros coreaban una y otra vez "eres la persona más lista que conocemos, instrúyenos". Pero lejos de la selva de datos que crecía en su cabeza nada conocía: bien podía rellenar hojas y hojas de su libreta con esquemas, hipótesis y conjeturas. Pero, cuando alguno de los campesinos iba a solicitar su ayuda para traer a un niño al mundo o para conquistar a una bella joven de su aldea, nada podía hacer. Se encogía de hombros y revisaba, atento, las líneas de tinta. Tras una lectura minuciosa, exponía todas las corrientes filosóficas que hablaban sobre el nacimiento y sus consecuencias morales para los seres humanos, pero jamás encontraba cómo agarrar al no nato (aún) para no romper sus frágiles huesos. Tampoco hablaban Platón, Stenberg o Freud de la dificultad de enamorar a una chica humilde que no entendía de versos.

Cuando empezaron a ignorar sus palabras, el sabio que nada sabía se volvió recalcitrante, más introspectivo y huraño. Paseaba por los pasillos de su morada con las manos cada vez más flacas y purpúreas. El no sabio estaba perdiendo el color humano a medida que se iban inyectando sus oscuras tesis en sus venas. Destilaba tinta y su tintero era el mejor de los manjares.

Lo encontraron enajenado preguntándose a dos voces por qué ya no le querían, si su mente había alcanzado la plenitud del poder psíquico. Encontró la muerte en el regazo de su vieja aya, que no sabía leer, pero le reconfortó el alma con canciones de amor.

Mistakes


¿Y si al no querer repetir errores del pasado
lo único que estoy haciendo es andar en círculos?

¿Y si el miedo no me deja saltar?

Take a picture


Hace días que no me saco una foto.
Será que prefiero mi interior,
recalcitrante y agotador.
 
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